CPA FERRERE
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El gran susto colectivo (i)

Hace algunos días di con unos trabajos realizados por un Profesor de la Universidad de Maastricht, Geert Hofstede, que me resultaron impactantes. Si Ud. es de aquellos que gusta de los rankings y disfruta del 5to puesto recientemente obtenido por Uruguay en el ranking de la FIFA, lo siguiente puede interesarle.

Utilizando una enorme base de datos de valores y preferencias recolectados en 70 países del mundo, el Prof. Hosftede construyó diversos índices que capturan diferentes dimensiones culturales de los países. De estos indicadores, dos son particularmente interesantes: un Índice de Aversión a la Incertidumbre (IAI), y un Índice de Individualismo (IDV). El primero, mide el grado de comodidad o incomodidad que una cultura o sociedad siente ante situaciones de incertidumbre, es decir, situaciones desconocidas, sorpresivas y desestructuradas. El segundo de los indicadores (IDV), mide el grado de individualismo de las sociedades. En sociedades individualistas, los lazos sociales tienden a ser débiles, y los individuos se hacen cargo sólo de su propia suerte y la de sus familiares cercanos. En sociedades colectivistas, los individuos tienden a ser parte de grupos cohesivos que se extienden más allá de sus familias cercanas.

Vayamos a los resultados obtenidos por el Prof. Hofstede. En relación al Índice de Aversión a la Incertidumbre, Uruguay figura dentro de los 70 países relevados como el 4to país con mayor aversión a la incertidumbre, sólo superado por Grecia, Portugal y Guatemala. Es decir, la sociedad uruguaya es una de las que más incomoda se siente frente al cambio inesperado, frente a lo sorpresivo e incierto. Vale la pena transcribir lo que el propio Hofstede dice al respecto: ?Uruguay se encuentra virtualmente empatado con Guatemala en lo más alto del IAI, con un IAI=100, indicando que la sociedad tiene una tolerancia extremadamente baja a la incertidumbre. En un esfuerzo por minimizar o reducir este nivel de incertidumbre, se adoptan reglas estrictas, leyes, políticas y regulaciones. El objetivo último de la población es controlar todo, de forma de eliminar o evitar lo inesperado. Como resultado, la sociedad no acepta los cambios con facilidad, y es muy aversa al riesgo.? (1)

Honestamente no puedo decir que estos resultados sean sorprendentes, más bien, impactan en la medida que confirman lo que de alguna forma la mayoría sospechamos: somos una sociedad que prefiere ante todo lo conocido sobre lo incierto, la inacción sobre el cambio, lo seguro sobre lo arriesgado. Valoramos el status quo, no necesariamente porque el presente sea bueno, sino simplemente porque es conocido. Porque cambiar implica por definición arriesgarse a lo nuevo, y preferimos malo conocido, a bueno por conocer.

La pregunta es desde luego, ¿por qué somos tan ?miedosos?? Como suele suceder, los factores que explican las preferencias sociales suelen ser múltiples: elementos culturales, políticos, religiosos y demográficos pueden ser parte de la explicación. Pero pensé que quizás la aversión a la incertidumbre de una sociedad podía en parte explicarse por la ?dosis? de incertidumbre que cada sociedad ha enfrentado en su pasado. Así por ejemplo, es esperable que si construyéramos un índice que mide el temor a manejar, una persona que ha tenido 10 accidentes en su pasado, muestre mayor temor a conducir que una que nunca ha chocado. Es decir, quizás la sociedad uruguaya odia la incertidumbre, justamente porque ha enfrentado en el pasado mayores dosis de ella que otras sociedades.

Para verificar esta hipótesis, realicé un ejercicio muy sencillo. Calcule el desvío estándar de la tasa de crecimiento del PIB de todos los países involucrados en la muestra de Hofstade (utilizando datos del FMI desde 1980 a la fecha), para ver si encontraba una relación positiva entre aversión a la incertidumbre y volatilidad económica. Los resultados obtenidos no mostraron relación alguna. No conforme con estos resultados, introduje una modificación al ejercicio: en lugar de tomar únicamente el desvío estándar de la tasa de crecimiento de los países, tomé en cuenta también el crecimiento promedio en el período. Esto me permitió distinguir entre países que tienen volatilidades similares, pero tasas de crecimiento promedio muy distintas; no es lo mismo que el crecimiento anual promedio de un país en treinta años sea del 0% y tenga un desvío estándar de 4%, a que el desvío sea el mismo pero el crecimiento promedio sea del 8%. En el primer caso, el país navega entre situaciones de recesión y crecimiento, en el segundo, entre períodos de crecimiento moderado y crecimiento muy acelerado.

Los resultados encontrados esta vez mostraron que sí existe una relación entre el desempeño económico de un país, y la aversión a la incertidumbre de su sociedad. Países con mayor crecimiento promedio y/o menor volatilidad (como China, India o Australia) tienen sociedades con muy baja aversión a la incertidumbre; países con bajo crecimiento promedio y/o alta volatilidad (Uruguay, Argentina, Rusia o Polonia), son muy aversos a la incertidumbre. Desde luego, la relación encontrada puede ser una de causalidad bidireccional: un mejor desempeño económico puede reducir la aversión a la incertidumbre de la sociedad, pero también posiblemente sociedades más ?arriesgadas? generen un mejor desempeño económico. En cualquier caso, parece posible afirmar que países con pasados turbulentos, tienden a estar habitados por ciudadanos con baja tolerancia a la incertidumbre, y con fuerte aversión al cambio.

Nuevamente, las razones de por qué los uruguayos destinamos buena parte de nuestros esfuerzos a eliminar la incertidumbre y preservar el status quo, son múltiples y complejas. Quizás a esta altura, la aversión a la incertidumbre forme parte de nuestro ADN colectivo. En todo caso, pareciera que nuestro pasado, turbulento y volátil, nos condena. En mi próxima columna discutiré los resultados para Uruguay del otro indicador de Hofstede mencionado, el Índice de Individualismo.

(1) La traducción es mía.

Escribe: Ec. Rafael Mantero
Analista de CPA Ferrere.

Nota publicada en el diario El Observador en edición del día Martes 30 de agosto de 2011